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Una Vision De Los Ultimos Tiempos

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Estos son los últimos días, y tengo una perspectiva de la fe que puede ser llamada “apocalíptica”.  Apocalíptico significa “revelación”, pero está acompañado de violencia, caos, desorden, colisiones entre la luz y las tinieblas, y del sacudimiento de todo aquello que puede ser sacudido.  Será un tiempo convulsivo, muy semejante un nacimiento.  Saliendo se ese gemido de muerte del mundo como lo hemos conocido históricamente, ha de nacer la era milenial y la gloria de otro reino y la venida de Dios a esta tierra en un punto en el tiempo.  Pero las naciones gentiles, que son gobernadas por los principados y potestades del aire, no van a desear “entregar el espíritu” sin una última lucha contra el advenimiento del mandato de Dios. 

Las Escrituras hablan de dos resurrecciones que están separadas por mil años.  Estas son la santa y bendita primera resurrección.  Han de resucitar al lugar de participación gubernamental en el reino que ha de venir, pero otros que no están tan equipados y preparados, quienes no son ni santos ni benditos, sino santos comunes y corrientes, en mi opinión, son resucitados mil años después en la resurrección general de los muertos.  Y esa es la razón por la que Pablo dice “Busco obtenerla.  No miro hacia atrás, más sigo adelante.”  En Filipenses 3, Pablo dice: 

Estimando todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección (vs. 7-10).

El uso de palabras apunta hacia algo todavía futuro, algo que Pablo no ha experimentado todavía.   

…y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos (v. 11).   

¿Acaso Pablo pensaba que no sería resucitado de entre los muertos?  ¿Qué él no era salvo?  No, él debe de estarse refiriendo a algo más, a algo más allá.  Para alcanzar aquella resurrección.  En Hebreos 11, leemos la lista de aquellos “de los cuales el mundo no era digno”, que “fueron apedreados”, que “experimentaron vituperios y azotes”, quienes fueron atormentados, no aceptando rescate, a fin de obtener mejor resurrección”.  Hay resurrecciones y resurrecciones.  Y no todos van a levantarse en la primera resurrección. 

Aquellos que son santos, aquellos son benditos, y aquellos que son vencedores reinarán y reinarán con El.  Ellos se levantarán en la primera resurrección preliminar.  Aquellos que no tengan esa distinción, quienes no estuvieron dispuestos al sacrificio y sufrimiento en ésta vida, no obtendrán dicha resurrección.  Creo que para ellos, existe el prospecto de ser levantados mil años después sin haber tenido el privilegio y el gozo de participar en la colocación de los rudimentos del nuevo reino.  Ellos ahora tienen que estar de pie con sus corazones palpitando como locomotoras cuando el libro de la vida sea abierto.  ¿Por qué habría de estar presente el libro de la vida si la segunda resurrección fuese solamente la de los incrédulos?  Un libro de la vida indica que entre los muertos en general los hay aquellos quienes también fueron cristianos, que eran salvos, pero que nunca se distinguieron o lucharon por alcanzar aquello por lo cual Pablo contaba todas las cosas como estiércol y por lo cual presionaba hacia el final.   

Pablo animaba a sus lectores a ser encontrados sin mancha en el día de la aparición del Señor.  El no quería que se perdieran esto.  El no quería que se encontraran a sí mismos dormidos durante mil años, y entonces despertar, y ser juzgados ante el trono blanco del juicio junto con todos y cada uno de los que han vivido.  No quería que tuvieran que pasar por ese momento horripilante en donde se verá si sus nombres están en el libro de la vida del Cordero.  Parece implicar que es muy posible que una vez que el nombre de alguno se ha escrito en el libro, puede ser igualmente borrado.  El terror de pararse ahí delante en espera, porque la eternidad está en juego, es más de lo que yo jamás desearía soportar.  Prefiero estar seguro de que he de levantarme en esa primera resurrección, y si ello ocurre o no, se determina en ésta vida. 

La venida de Jesús para establecer Su reino está del todo relacionada con la restauración de Israel.  Esa es la clave para que lo primero ocurra.  Pudo decir a sus hermanos judíos, “No me veréis hasta que digáis, ‘Bendito aquel que viene en el nombre del Señor’.” Jesús está esperando en los cielos, aguardando “hasta la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde el tiempo antiguo” (Hechos 3:21).  ¿Y de qué hablaron los profetas?  Ellos tenían un mensaje central, que era, la restauración de Israel a su Dios y a su tierra en los últimos días de crisis y circunstancias extremas.   

El orden de eventos parece ser: el ministerio de la iglesia para con Israel en los últimos días de calamidad y huída.  Y de eso, los redimidos del Señor regresarán a Sión, y Sión se convierte en el santuario, el lugar de habitación, y en el foco del gobierno del Rey que ha de venir para establecer el reino milenial.  Y los santos glorificados, los vencedores de todas las edades, estarán reinando y gobernando con El.  Aquellos que están dormidos en Cristo en todas las edades precedentes resucitan primero.  Esos vencedores que permanecen en la tierra resucitan con ellos.  La palabra “permanecer” en griego, tengo entendido, se refiere a aquellos que muy apenas han sobrevivido una persecución.  Como ya lo he dicho, aquellos que estaban dormidos-los ‘mártires’ de cada generación-claman desde debajo del altar, pero se les dice que descansen hasta que sus hermanos sean martirizados como ellos.  Así que ésta es una visión apocalíptica de derramamiento de sangre, de violencia, de persecución, de devastación y de tratos con Israel.  No nos gusta contemplar las cosas apocalípticas, pero aún así las Escrituras parecen indicar que esto es lo que los últimos días significan.  Y esto es la razón por la cual creo que habrá una “gran apostasía”.  Así que hay mensajeros que necesitan venir a la iglesia para alertarla de las cosas que están a la puerta y prontas a venir. 

Cuando la madre de los “hijos del trueno” preguntó si sus hijos podrían sentarse a la izquierda y la derecha de Jesús en gloria, éste les contestó, “no es mío el otorgar esos lugares”.  Pero entonces hizo la pregunta, “¿Pueden beber de la copa que he de beber?”-haciendo implícito que hay tales lugares, que existen lugares de honor y distinción y de cercanía al Cordero que habita en la luz inenarrable.  ¿Quién puede soportar esa luz?  Para muchos será una misericordia el ser arrojados a las tinieblas de afuera, quienes no están en ningún modo preparados para la luz de ese tipo porque durante ésta vida no estuvieron dispuestos a “caminar en la luz así como El es la luz”.  El ser llevado a éste lugar requiere de castigos y tratos y disciplinas y de revelaciones tremendas acerca de nuestra propia condición que jamás hubiésemos imaginado.  Si no estamos dispuestos a sufrir el dolor y la humillación que tales cosas representan, tampoco recibiremos la recompensa correspondiente.  En el misterio de Dios, es en Sus tratos con Israel que queda de manifiesto la envergadura de estas consideraciones.  Israel es la provisión de Dios para despertar a la iglesia a su llamado de los últimos tiempos.  Pero solamente Israel cuando es apropiadamente entendido en un sentido apostólico y profético, y no de una forma sentimental.  Aquellos quienes están esperando que el Israel presente no solamente sobreviva, sino que sea establecido en la Tierra, y que un día se convierta en una bendición milenial, no tienen idea de esto, y no desean que sea de otra manera.  Mi perspectiva es apocalíptica, la cual creo que era la de Pablo también.  No nos retiremos de una perspectiva apocalíptica de la realidad.  Las cosas no van a mejorar, ni para Israel, ni para el hombre no regenerado. 

En una generación que ha visto el evangelio de la prosperidad, “nómbralo y recíbelo”, y todo eso, esta perspectiva es completamente contraria, tanto en espíritu y tenor, a lo que es normalmente celebrado en la iglesia.  El traer una visión apocalíptica de los últimos tiempos será tanto una tarea desagradable como una en la que nuestra recompensa no será grande entre los hombres.  Será resistida, no solamente por las tradiciones de la iglesia, sino también por aquellos quienes han jugado con el lenguaje de los últimos días como si fuese meramente una moda.  Hay una forma en la que podemos hablar de los últimos tiempos y convertirla en otra novedad, pero cuando la realidad profética de los últimos días hace su entrada, puede incluso llegar a ser resistida por aquellos quienes solamente han hablado de los dientes para afuera acerca de su concepto.  Va a requerir de una magnitud de unción el expresar ésta perspectiva y un carácter para soportar el rechazo, el reproche, la resistencia y ser malentendido.  Serás llamado un pesimista y un negativo-justo como aquellos que enfatizan la justicia serán llamados legalistas.  Estarás recibiendo epítetos de toda clase, de tal forma que si tienes la piel delgada y piensas con mucha conciencia de ti mismo, te derrumbarás como un castillo de naipes.  Y colapsarás al primer golpe.   

¿Puedes imaginar el tipo de preparación que tomará el formar hombres y mujeres para tal tarea?  ¿Qué será lo que Dios empleará en formar el carácter y la vida para liberarlos completamente de cualquier necesidad de ser aprobados por los hombres?  Ello requiere de la obra más profunda de la cruz para ser fieles en ese llamado.  Y todavía, si no ocurre, ¿qué esperanza habrá para la iglesia? 

Cuando uso la palabra, Israel, quiero decir el Israel que ha proliferado en todas las naciones, el pueblo judío conforme a la carne, el pueblo étnico que constituye la nación de Israel.  Viendo la inminencia de la calamidad inesperada de Israel, es imperativo estudiar el patrón de desastres pasados para armarnos para el que es futuro y final.  Una advertencia necesita ser proféticamente proclamada para los desprevenidos, tanto en Israel como en la iglesia, de tal forma que pueda existir una base de esperanza cuando llegue la crisis.  La esperanza es la realidad que sustenta la vida que permite mantener la cordura en medio de la crisis y la calamidad.  Si no vemos esto como un antecedente para la gloria milenial, nos sobrecogerá la sensación de desesperación.  Esta es la razón por la cual Jesús dice que, “Cuando veáis estas cosas comenzando a suceder, erguíos porque vuestra salvación está cerca”.  Habrá devastación y calamidad en todo lugar.  Habrá un colapso moral total; la fealdad de la violencia será exageradamente salvaje.  Aquello que es contrario a Dios prevalecerá sobre la tierra.  Pero cuando comiences a ver éstas cosas, alza tu rostro a los cielos, porque tu redención estará cerca.  El uso que Jesús le da a la palabra “redención” implica la consumación completa y final de nuestra salvación.  Su venida, Su reino, aquello para lo cual todo lo que sucede es la preparación está a la puerta. 

Como se trata de una crisis hasta la muerte, no habrá aspecto alguno de la fe bíblica que no quede abarcado.  Esto requiere que examinemos la totalidad de la fe bíblica.  La carga profética, esperanza, juicio, la era milenial, escatología, y todo lo que es parte de la fe es llamado a ser reexaminado.  Para los que no se han preparado, podrá significar el abandono de la fe en una apostasía de los últimos tiempos.  Para aquellos que no han estado dispuestos a reexaminar su fe a la luz de las cosas que estarán sucediendo, puede significar la pérdida de su fe.  Al mismo tiempo, y por los mismísimos factores, una entrada a las profundidades del entendimiento del conocimiento de Dios se hace disponible, que nos prepara no solamente para estar firmes durante esa hora, sino para estar preparados para las glorias mileniales que seguirán.  En otras palabras, los mismos eventos que para algunos significarán la pérdida de su fe, para otros, quienes estén preparados, significará un incremento en la profundidad de fe y del conocimiento de Dios.  Todo depende de cómo miremos la conclusión apocalíptica de la edad.  ¿Está nuestra perspectiva basada en la gloria de Dios, y en que éstas son las convulsiones de los últimos días que deben de precederla?  ¿Seguiremos contando como un privilegio el participar en lo que sea que fuere necesario para que al final obtengamos la recompensa eterna?  ¿Somos celosos por un Dios que ha sido blasfemado durante todas las edades, y rechazado por los hombres, viniendo ahora a la historia, interviniendo, revelándose a sí Mismo, precediendo Su aparición final en Su propia Persona para reinar y gobernar para siempre?

La expulsión y exilio de Israel de la Tierra es una crisis ulterior.  El exilio trae a cuenta los asuntos acerca de Dios-la justificación de Dios cuando El parece estar ausente–, de juicio, de ministerio profético, y de la interpretación de la Escritura misma, en una forma suprema.  Suponer que para que los propósitos de Dios en llevar a Israel a una muerte final de su esperanza en sí mismo, nada menos que la derrota y expulsión de la nación será necesario.  ¿Acaso ha de Israel experimentar nuevamente otro exilio?  Bien, ¿qué significó para ellos cuando lo experimentaron en el pasado?  ¿Qué significaría si lo volviesen a experimentar hoy?

En Colosenses, leemos que Jesús “desarmó a los poderes”.  En otras palabras, no les infligió una derrota definitiva.  Lo que queda es para la iglesia.  Cuando suceda, toda la esfera angelical caída será lanzada de sus lugares celestiales de gobierno.  ¿Quiénes les reemplazarán?  Creo que será para aquellos quienes conforman aquella “plenitud de los gentiles” de la que se habla en Romanos 11.  Sabemos que el propósito de esta edad de la iglesia es “encontrar un pueblo para Su hombre de todas las naciones” (Hechos 15:14), y creo que hay un número definido.  Dios está preparando y equipando creyentes para que gobiernen, para que lo hagan con El desde los lugares celestiales.  Somos el sustituto de Dios para los ángeles caídos, en mi opinión.  No lo dice en tales palabras.  No puedo mostrar citas concretas, pero hay una pista aquí y otra allá.  Y una de las pistas más profundas se encuentra de 1 de Corintios 6.  Pablo estaba escandalizado de que dos creyentes estuvieran acudiendo a la corte de la ley del mundo para resolver una disputa entre ellos.  Les dijo, “¿Qué están haciendo?  ¿No saben ustedes que hemos de gobernar sobre ángeles y naciones?”  (Parafraseando).  En otras palabras, pareciera como si no tuvieran idea de que estaban preparándose para un lugar de gobierno en la eternidad. 

En una de las parábolas de Jesús, El habla acerca de mayordomos fieles y de las recompensas de su fe.  “Algunos gobernarán sobre cinco ciudades y otros sobre diez”.  ¿Cuándo?  En el tiempo del reino milenial.  ¿Desde qué lugar?  Desde los lugares celestiales.  ¿Qué le dijo Jesús a Natanael?  “¿Qué, estás impresionado de que te vi debajo de la higuera?  Te mostraré algo más grande.  Angeles ascendiendo y descendiendo sobre el Hijo del Hombre”.  La palabra “ángel” literalmente significa “mensajero” o “siervo”, y creo que esto es un retrato o una vislumbre del destino de la iglesia vencedora.  La recompensa para los vencedores es un lugar de gobierno en Su reino eterno, descendiendo y ascendiendo sobre el Hijo del Hombre.  Seremos capaces de ser visibles o invisibles.  Podremos estar en un lugar, o en otro, sirviendo los propósitos de Dios en nuestras funciones gubernamentales, algunos sobre dos ciudades, otros sobre cinco o incluso diez. 

El libro de Apocalipsis dice en el capítulo 21 que cuando el Señor venga, traerá consigo su recompensa para darle a cada hombre conforme a sus obras.  Este incentivo es casi completamente incomprendido por la iglesia moderna, y esa es la razón por la que ella está esencialmente conforme con meramente asistir a la iglesia.  Pero nuestras obras que pasarán a través del fuego del juicio, no serán aquellas hechas de heno u hojarasca, sino las que estén hechas de piedras preciosas, y nos otorgarán una distinción eterna en el gobierno de Dios.  La recompensa eterna es una corona y una distinción relacionada a nuestro lugar en el reino milenial.  No todos estarán en el mismo lugar y en la misma proximidad al trono.  Algunos incluso son arrojados a las tinieblas de afuera, donde hay lloro y crujir de dientes.  Esto puede referirse a los incrédulos y no regenerados, ¿pero acaso podría incluir aquellos creyentes quienes han sido superficiales y convencionales, quienes fueron mediocres en esta vida, cuyas obras no pasaron la prueba del fuego, sino que fueron heno, madera y hojarasca, o quienes no tienen obra alguna a su favor, y que estarán destinados eternamente a un lugar mucho menor que aquel que hubiera sido suyo de haberse entregado enteramente a los propósitos de Dios?

Gobernar implica una posición administrativa, pero eso no significa que archivaremos papeles en alguna forma burocrática.  Administrar y gobernar es traer la sabiduría de Dios a las situaciones de Dios deje a nuestro cuidado en el reino milenial.  Seremos una influencia para bien en las naciones y para Israel.  En contraposición, los poderes de las tinieblas han sido hasta este momento instrumentos de maldad.  Ellos alejan la atención de los hombres de Dios.  Nosotros volveremos la atención de los hombres hacia Dios. 

El propósito de Dios es una conclusión cósmica de toda la saga de la historia de la redención siendo consumada con el establecimiento de un reino eterno, un cielo nuevo y una tierra nueva donde prevalece la justicia.  De hecho, el cielo y la tierra no se tratarán ultimadamente de regiones separadas y distintas.  Lo que los hace nuevos es su convergencia.  El cielo ha descendido a la tierra y la tierra ha subido al cielo.  Es la reconciliación final y ulterior de todo.  La Jerusalén de arriba desciende, uniéndose a la Jerusalén de abajo, y todo se convierte en una misma entidad.  Esa es la consumación final de todo.  El gobierno será sobre Su hombro.  Toda rodilla se habrá doblado y todo lengua confesado que Jesucristo es el Señor. 

Pero El tiene un pueblo obstinado en la tierra que es la agencia terrenal de ese reino, que es Israel, el judío.  Habiendo instruido a los discípulos durante cuarenta días en Su cuerpo resucitado acerca de las cosas pertenecientes al reino de Dios, le fue hecha la pregunta de, “¿Es ahora el tiempo de que establezcas ese reino?”  Y El no barbotó diciéndoles, “¿Cuándo es que van a crecer?  Este no es un reino para ustedes los judíos.  Este un reino universal, global.”  Pero no les dijo eso para nada.  En lugar de ello, les dijo, “No os toca a vosotros conocer los tiempos y las sazones.  Ahora es el tiempo de aguardar en Jerusalén el don que les ha sido prometido”.   Esto implica que hay un momento en el futuro, y que ellos tenían el legítimo derecho de preguntar por el reino, como judíos, porque les pertenece de la misma manera que a toda la humanidad.  De hecho, si no viene a ellos primero, no vendrá a toda la humanidad. 

¿Tenemos una expectación milenial?  ¿Estamos experimentando una probadita del poder de la edad que ha de venir?  ¿Estamos viviendo en la anticipación misma de ello?  ¿Tenemos una expectación escatológica?  ¿Es afectada nuestra vida presente y nuestra caminata por ello?  Esta es la bendita esperanza.  Es una esperanza que tiene un poder particular, que era el motor de la iglesia en sus comienzos.  Fue la bendita esperanza de Su venida, Su reino, de Su gloria milenial, a través de la restauración de Israel después de las tremendas pruebas al final de los días, a través de la misericordia extendida por la iglesia la cual el Rey de los cielos espera para descender del cielo con su reino.  “Y saldrá la ley del Señor desde Sión y su palabra desde Jerusalén, y las naciones no estudiarán más la guerra” (Isaías 2:3). 

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