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Un Manifiesto Apostólico

En esta hora final, la iglesia debe considerar algo que va a constituir un estándar celestial al cual nosotros debemos alinearnos. Creo que hay un distintivo apostólico que identifica a la verdadera iglesia, que hace de ella lo que desde el comienzo ha sido su característica y que ahora está en el proceso de ser restaurado. Ningún hombre puede dar una explicación definitiva y comprensible de la magnitud de la palabra apostólico y de tal iglesia, sin embargo permitan que esta sea una amplia guía y afirmación que pueda entrar en nuestra contemplación y logre así cambiar nuestra conducta.

Este artículo va a significar un decisivo requisito para la iglesia. Comprendido de una forma apropiada, nos pondrá en un lugar de máxima oposición que requiere de un máximo sacrificio debido a que tiene un propósito definitivo en Dios. Seguramente no podremos alcanzar la realidad que hace de la iglesia la iglesia, a no ser que escojamos estas cosas de una manera conciente y voluntaria. Sin importar que tan extrañas y ambiguas sean algunas de las afirmaciones, pido que el espíritu y la esencia de estas verdades penetren en sus corazones y encuentren lugar en nuestro entendimiento.

En mi alma ha habido, por un largo tiempo, intranquilidad acerca del uso que se les ha dado a los dones carismáticos en nuestras iglesias. Hemos contemplado los dones con el propósito de “renovar” nuestras denominaciones, o de mejorar a los santos, como si esto fuera un accesorio para nuestros propios intereses religiosos. Ciertamente ha habido mucho abuso y mala utilización, y de esta manera hemos perdido completamente la profunda intención de Dios en el dar de Su espíritu. Comencé a entender el contexto en el cual Dios desea que los dones del espíritu operen, y a partir de ese primer pensamiento surgió esta afirmación acerca de la genialidad de una iglesia apostólica.

Los dones y la operación del Espíritu deben ser contemplados en el contexto de una fe apocalíptica y escatológica. Con esto me refiero a una anticipación radical de un final, a una consumación y conclusión de una era, al advenimiento de un Rey, al establecimiento de un Reino acá en la tierra desde una Jerusalén literal. Cualquier grupo de creyentes que se haya apropiado de esta fe, la única fe válida, será señalado por las potestades de las tinieblas como un cuerpo que debe ser temido, resistido y opuesto. Las potestades los verán como una amenaza hacia todo su prevaleciente establecimiento religioso y con seguridad ventilarán todo su odio y rencor en contra de un cuerpo como este. La operación y beneficio del Espíritu, Su instrucción y dirección, serán una necesidad crítica para un cuerpo que esté experimentando la oposición de estas potestades de las tinieblas. Estas están obligadas a tomar nota de cualquier cuerpo que conciente y voluntariamente entienda, y se propongan en sí mismo los propósitos de Dios con los que esta era será concluida. Esta será una iglesia que se ha movido mas allá de una sucesión de servicios de domingo o de un cristianismo enfocado en su propia bendición o beneficio recibido. Buscan ser concientemente un cuerpo en cual son llevados a cabo los más altos y eternos propósitos de Dios. Esta conciente manera de ver, instantáneamente los marca como un cuerpo que debe ser opuesto. Esta clase de oposición requiere de la sabiduría y dirección de Dios conferida por medio de la operación de Su Espíritu a través de los dones.

Un cuerpo de este tipo se verá a sí mismo en oposición con el mundo. Será un pulgar lastimado; será una banda de peregrinos y residentes temporales en la tierra que están notablemente libres de los halagos, seducciones y atracciones del mundo que por cierto, son cada vez más poderosas en él. Están en el mundo, pero no son del mundo. Ven el mundo como lo que es: un sistema que está poderosamente en contra de la vida de los hombres, y que hace solo de ellos objetos de mercadería y comercio. El cuerpo apostólico solo tiene contacto con el mundo como debe hacerlo, y esto de una manera muy superficial y reservada. Ve al mundo y sus sistemas con sus falsos valores y concientemente los repudia sin suscribirse en forma alguna a ellos. De esta manera, en la forma en que tal cuerpo esté libre de la influencia del mundo y sus falsos valores, se constituye un anunciador y un afirmador de “el Reino que ha de venir.” Esta es en sí una degustación y una sombra de la gran libertad que habrá en el mundo cuando el Rey reine y cuando todo lo que es falso sea reducido a nada. En el grado en que la iglesia disfrute ahora de esta libertad, entonces será capaz de liberar a aquellos que actualmente están atrapados y esclavizados por ese sistema. Será capaz de emancipar y liberar las victimas engañadas del mundo, no solo por su proclamación, aunque esto es muy importante, sino por su demostración, por lo que es ella en sí misma.  Los hombres deben quedar asombrados de un cuerpo de creyentes como este y, aun más, por una entidad corporativa. Al habitar en esta asombrosa libertad del mundo, de sus valores y de todo aquello que es falso, será una experiencia liberadora para aquellos que se tropiecen con ella debido a que esto les revelará una alternativa diferente.

Esta realidad no puede ser alcanzada sino dentro y a través de un cuerpo. Las potestades del mundo – su oscuridad, trucos, sutilezas – requieren que todo el cuerpo se encuentre alerta; requieren de la fuerza que proviene de la oración y el consejo de aquellos con pensamiento afín, aquellos que están unidos en una misión de esta clase. Una integración de vida de esta clase será intensamente resistida por las potestades de las tinieblas, que solo pueden ser derrotadas por otra sabiduría, por personas que estén libres de su influencia y quienes reconocen lo perversas y siniestras que son las potestades del aire. Este ejemplar caminar no puede ser alcanzado por individuos independientes a un cuerpo de santos con mentes afines quienes están voluntariamente unidos en tal propósito. Es muy claro que esto demanda mucho más que servicios en los domingos y estudios bíblicos una vez a la semana. Vamos a necesitar de mas frecuencia en las reuniones, un “partir del pan de casa en casa” (Hechos 2:46). Necesitaremos del consejo de los demás y de un ambiente donde el pecado sea identificado en su raíz, y que será logrado debido a la proximidad que hay con los demás. Solo podrá ser una realidad en donde haya una interacción y frecuencia en la relación y comunión, puesto que estos creyentes estarán unidos con un propósito conciente.

Esto no ganará el aprecio de los hombres, pero no podremos ser “conocidos” por las potestades de las tinieblas a menos que rehusemos el aprecio de los hombres. Las potestades sabrán cuando una decisión como esta sea tomada: “A Jesús conozco y sé quién es Pablo, pero vosotros, ¿quiénes sois?” (Hechos 19:15). Si rehusamos esta trayectoria y llamado, nos condenamos a simplemente jugar a un cristianismo inofensivo e irrelevante con respecto al drama cósmico en el cual ha sido puesta la iglesia. Este drama es la conciencia de que nos estamos moviendo hacia un clímax que se encuentra a la puerta; una conclusión que es inminente y una consumación que está por venir. Conoceremos nuestra entrada en ese verdadero estado de conciencia cuando dejemos de contemplar nuestros planes de retiro. Dejaremos de contemplar nuestra existencia acá como ‘el mejor de todos los mundos posibles,’ y así cualquier cosa que esté incorrecta será enderezada con el paso del tiempo. También tendremos conocimiento de esto debido a que las potestades de las tinieblas, cuyo tiempo está cerca, serán mucho mas vehementes y viciosas en su oposición contra aquellos que tienen esta clase de conciencia. Si no hay en nosotros ninguna conciencia del final, entonces nuestra presente vida es anulada y se convierte en una aburrida monotonía sin ningún significado. Esto es lo que distingue a un cuerpo apostólico verdadero. Un cuerpo apostólico es un cuerpo que envía, pues este posee la única realidad que Dios otorga para que se pueda enviar. Tiene algo que comunicar desde la esencia de su propia vida corporal. Solo entonces la imposición de manos pude ser efectuada como algo que es más que una ceremonia o una obligación “bíblica.” Al enviar, los enviados se llevan consigo la dimensión de aquella realidad y autoridad.

Los dones del Espíritu son entonces una provisión urgente en medio de un mar de activa hostilidad en contra de ellos; la misión de la iglesia es urgente y será algo que invita el rechazo del mundo. El asunto de autenticidad y realidad, que es lo único que las potestades de las tinieblas están obligadas a reconocer, es la cuestión de la verdad de nuestra consagración. Ellas bostezan en nuestras caras cuando solo es una serie de superficiales llamados al altar y una cuantas lágrimas de cocodrilo. Ellas saben cuando se ha hecho una consagración, donde la vida es puesta en su totalidad delante de Dios por aquellos que se han consagrado. Tales personas viven en sacrificio y en la conciencia de que son los agentes establecidos por Dios para llevar la salvación al pueblo de Israel.

Esto es esencial para la comprensión apostólica de lo que es la iglesia. Una iglesia que se identifica con la descripción que acabo de hacer, comprenderá y reconocerá su llamado en dirección a la restauración de Israel en su tribulación de los últimos días. Ciertamente descartará cualquier pensamiento de que va a ser raptada en el momento en que su presencia es radicalmente necesaria, puesto que su presencia significará la salvación de los judíos en su “tiempo de angustia para Jacob.” Esto no es un accesorio para la iglesia; es central y primario a la consideración que debe tener ella de sí misma y de lo que son sus propósitos en Dios.

El conocimiento de esta gran exigencia requerirá de ella un estilo de vida sacrificado. La restauración de Israel es el asunto del Rey y Su Reino.  Dios no los está restaurando porque merezcan una tierra donde vivir después de largos siglos de dispersión, sino que su restauración es el advenimiento del Rey, “porque de Sión saldrá la Ley y de Jerusalén la palabra de Jehová.” (Isa. 2:3), y esto será a través de una nación redimida y restaurada. Por esto es que las potestades de las tinieblas estarán encolerizadas y frenéticamente opuestas con cualquier cosa que tenga que ver con el rescate de los judíos, con su salvación y redención en los últimos días. El asunto de la restauración de los judíos es el asunto del Reino de Dios, y las potestades de las tinieblas son los falsos usurpadores y gobernantes de este mundo que no quieren retroceder ni abandonar esa actividad usurpadora, de la cual han disfrutado sin ser supervisadas ni retadas durante épocas milenarias. Es el advenimiento del Rey como Aquel sentado en le trono de David en el santo monte de Sión, con la Israel redimida y restaurada que marca su final. Debemos tener conocimiento de este drama final, o no entenderemos el frenesí y la ira que será derramada sobre los judíos en los últimos días. En su sabiduría corrupta y perversa, las potestades de las tinieblas reconocen que la única manera de evitar la amenaza a su falso gobierno es la aniquilación de los judíos pues su retorno acabará con ellas.

El “tiempo de angustia para Jacob” que concluye esta era y trae al Rey de Israel y Su Reinado sobre las naciones será un tiempo de inspección y castigo. La iglesia debe reconocer y aceptar los requisitos decisivos para tal misión y adoptar voluntariamente los tiempos venideros como centrales o primarios en su propósito total para existir. Debemos estar concientemente alertas y apropiarnos de estas tareas ‘voluntariamente’. Usted no llega a esto como por ósmosis. Debemos reconocer lo que estos últimos días significan con relación al pueblo de Israel, al igual que el papel y función de la iglesia en relación a estas personas. De hecho, el destino eterno de los hombres es determinado por lo que haremos con “uno de estos mis hermanos más pequeños” (Mt. 25:40). Los judíos serán “pequeños” en aquellos días. Los judíos más celebrados y prósperos, quienes actualmente están en la cresta de la ola mundana, se verán a sí mismos con solo una camiseta puesta en sus espaldas y arrojados en las naciones bajo las condiciones más desoladas y destituidas.

Tenemos que apropiarnos de este entendimiento profético y después determinar que hemos escogido ser un factor en su liberación de aquel tiempo. Esta sola escogencia, esta sola conciente consideración, esta sola apropiación de este mandato para nosotros mismos, tiene el potencial de transfigurar a la iglesia. Cada aspecto de la fe será llevado hacia una nueva perspectiva, una profundidad de conciencia y una nueva realidad una vez esta clave central sea acomodada en la conciencia de la iglesia como el propósito primordial de su existencia. Cualquier cosa que tenga que ver con algún tipo o sutileza de anti-judaísmo o residuo anti-semítico del cual pensamos estar libres, será llevado a la superficie. Habrá una limpieza, una obra de Dios profunda e intensa en la santificación del cuerpo. En Ezequiel 20, Dios le dice a Israel, “Me encontraré con ustedes en el desierto de las naciones, cara a cara. Y allí entrarán en los vínculos de mi pacto y bajo la vara de mi autoridad.”

Algo le acontece a un remanente de judíos en la inspección de los últimos días que será un factor a través del cual regresarán a Sión como “los redimidos del Señor,” con regocijo eterno sobre sus cabezas y el lamento y llanto huyendo de ellos. No habrá ningún advenimiento a menos de que haya una iglesia en la tierra que actualmente esté anticipando esto y se esté preparando para ser de Dios el agente de salvación para esta gente atribulada en este cercano tiempo, pues cuando venga, vendrá de repente. Esta perspectiva debe ser central a nuestro completo propósito y existencia. Por lo tanto, necesitamos de la dirección estratégica de Dios, que se obtiene por medio de la operación del Espíritu a través de miembros confiables en la iglesia, cuyas profecías no son ejercitadas por sus almas o para dirigir la atención hacia ellos, sino una expresión confiable de la sabiduría y voluntad de Dios en un momento crítico para tomar decisiones. ¿Puede usted ver en lo que nos hemos estado moviendo? Ni siquiera tenemos en claro si es que una profecía que estamos escuchando es del Espíritu o del hombre. Esta clase de condición dudosa y nublada no puede seguir siendo tolerada en una hora que ha llegado donde hay una seriedad profunda de Dios en la iglesia. Para nuestro propósito y llamado, debemos escuchar de Dios en momentos críticos a través de una profecía, de lenguas, de una interpretación o de una palabra de sabiduría. Necesitamos de la operación de los dones del Espíritu ahora, en el contexto en el que Dios siempre la ha querido. La iglesia que adquiera esta operación de parte de Dios es la iglesia que ha llegado concientemente a este serio lugar en Él, cuyos miembros han sido probados y se conocen los unos a los otros, para que cuando venga una palabra, sepan que no es del hombre sino de Dios.

No es accidente alguno que la oración y adoración de tal congregación refleja la verdad de esta realidad, porque la oración y la adoración no son lujos, sino armas espirituales. Ellas no son mas relevantes y reales de lo que los somos nosotros mismos, no son mas significativas a la verdad de lo que somos dentro de nosotros y delante de Dios. No es una técnica o una metodología la que se requiere, sino una expresión de una adoración que fluye de la experiencia del poder redentivo de Dios en nuestras vidas, pues estamos juntos en algo que es serio. No nos avergonzamos cuando somos tratados, y cuando recibimos tales tratos de un hermano o hermana, vamos a expresarnos en gozo por la libertad que viene de la obra santificadora que ha esperado para que esta condición se presente. Dios no se va a encontrar con nosotros en nuestros términos; Él no jugará nuestros juegos. Él espera por aquello que es verdadero, real y serio, aquello que reconoce el pecado, la corrupción y la necesidad. Solo entonces podemos experimentar la gracia de Dios. Nuestra oración es relativa a la realidad a la que hayamos llegado, y esa clase de oración es poderosa y mueve al cielo. Es una que se ha salido de una conglomeración casual de santos, cuyo enfoque esencial es en sí mismos, y cuyo egocentrismo espiritual nunca ha sido interrumpido. Podemos infiltrar el egocentrismo dentro de la iglesia tan profundamente como lo conocíamos en el mundo. Lo único que hemos hecho es cambiar el objeto de lugar. En el mundo era placer carnal, deleite y cosas materiales. En la iglesia, aun es ego y nuestras propias cosas: “¿Disfrutaste de la reunión? ¿Qué opinas del predicador?” Este enfoque en nosotros mismos es un endurecido poder que solo pude ser quebrado cuando nosotros mismos dejamos de ser el centro de nuestra propia preocupación y lo comience a ser Dios y sus propósitos en el contexto que estoy presentando y que estoy llamando apostólico.

Este no es un cuerpo inmaduro, pues conoce que la iglesia es un lugar de sufrimiento antes de que pueda ser un lugar de gloria. El sufrimiento es esencial en este tipo de relación. No es porque nuestra intención sea la de molestarnos unos a otros o el de constituir una amenaza o una irritación. Es la propia naturaleza de las cosas debido a que los miembros del cuerpo tienen diferentes niveles de madurez y trasfondo. Lo que distingue a la iglesia que estoy describiendo es su disposición a tal sufrimiento. Un cuerpo de esta clase es eterno-conciente. Su conducta está enfocada en la eternidad, sabiendo que existe un juicio y una recompensa eterna. Está bastante conciente de que el Señor viene, Quien va a traer su Sus recompensas con Él y que le dará a cada hombre de acuerdo a sus obras. Sabe que está viviendo en la anticipación de la eternidad. Lo que pesará sobre ellos será el conocimiento de la desilusión que sin duda vendrá sobre aquellos que sufrirán eterna pérdida por haber vivido por debajo de la gloria de Dios y por haber escogido un estilo de vida cristiana y una experiencia que no representó nunca una amenaza o una prueba.

La intercesión verdadera de esta iglesia, como la oración y adoración, es auténtica. Es una afirmación de la verdad de su propia vida de unidad. Esa clase de relación y esa clase de unidad no solo afecta la adoración de tal cuerpo, sino que también afecta su discernimiento. Su discernimiento será mas preciso, más capaz de examinar y separar la clase de cosas que engañan y atrapan a cristianos más superficiales. Esta es capaz de discernir y reconocer todo el tema acerca de las potestades oscuras del aire y de la necesidad de luchar contra ellas. El luchar es una confrontación de último nivel, y una confrontación de último nivel es lo que se requiere para derrotar a tales potestades. No es simplemente la actividad de santos individuales, sino de una iglesia que reconoce la organización de potestades que están arriba de ellos y de una iglesia que hará batalla en el ámbito del espíritu con una profundidad de oración que es relativa a su propia realidad.

El carácter de este cuerpo es templado, disciplinado, de sacrificio. Es genuinamente sometido a la autoridad residente en el cuerpo, que es identificada por la unción y el llamado y no por un cargo otorgado por la iglesia a través de los humanos o religiosamente adquirido por credenciales. El tema de la autoridad es el del  reconocimiento, y la sumisión a tal autoridad es crítica en el carácter de un cuerpo de esta categoría. Si continuamos siendo autónomos, individuos con propias voluntades que solo van los domingos pero que toman sus decisiones, y hacen sus planes y programas sin siquiera notificar o preguntar, entonces las potestades de las tinieblas no nos tomarán en serio. Ellas saben cuando estamos sometidos al Señor. Si esa sumisión es solo superficial, si nos hemos aislado de ella, si hay algo en nosotros que no quiere estar bajo autoridad porque vemos sus defectos, entonces ese cuerpo carece del carácter apostólico que invoca el respeto y reconocimiento de las potestades de las tinieblas. Debemos tomar el riesgo de someternos a autoridades que con seguridad pueden estar con falta de un aspecto u otro. Estos aspectos siempre faltarán, a excepción de que estén con nosotros en la realidad de un cuerpo, porque las ovejas, al igual que los pastores, son ministrados en la iglesia. No tenemos ninguna excusa para impedir nuestra sumisión a la autoridad que Dios ha invertido en el cuerpo a través del hombre.

La verdadera prueba para conocer si hemos llegado a la realidad a la cual Dios nos está llamando es la actitud de nuestros hijos hacia esta realidad. ¿Están sintiendo los niños que en lo que estamos nosotros, no solo merece su atención, sino también su participación? ¿O solo están agarrados de nuestras faldas debido a una necesidad que exigimos de ellos?  ¿Será que hemos llegado al lugar donde aquella realidad que hemos generado los ha impresionado consistentemente para que merezca su participación, y que no es solo una cultura de adultos de la cual gozamos a sus expensas? Por la falta de esta realidad es que se ha vuelto tan fácil crear programas para niños y otras varias alternativas, con la esperanza de mantenerlos a ellos en alguna clase de relación porque la realidad que Dios deseaba para que efectuara su participación no ha sido provista; no hemos estado dispuestos a la totalidad de la consagración que tal cuerpo exige. Nuestros hijos nos están mostrando, en su descontento e irritación, que nosotros no hemos cumplido con la medida de Dios y que tampoco tenemos la intención de hacerlo. Ellos reconocen, respetan y reflejan la realidad y urgencia de la participación de la familia en los propósitos a los que ellos se han entregado.

Si tomamos una determinación de la clase que hemos estado sugiriendo, lo más probable es que experimentemos algún tipo de despojamiento. Entraremos en una realidad celestial donde las recompensas harán que nuestras presentes pérdidas sean temporales y leves. Dios va a permitir que seamos tocados en el área de posesiones, reputación y otras formas en las que nos podamos ver despojados.

La iglesia está en el proceso de ser restaurada al estilo de vida en el que estaba al principio, lo que significa que nuestros estudios bíblicos dejarán de ser una interesente manera de utilizar las Escrituras para el placer y la satisfacción que vienen de las revelaciones. Estas deben ser ahora colocadas en el contexto de la urgencia, como si fueran epístolas escritas para nosotros, pues nos encontramos en un intenso y peligroso período a punto de experimentar los encuentros y confrontaciones que la iglesia conoció en los primeros días. El estudio bíblico como una inofensiva ocupación de mitad de semana es la medida en que nos hemos movido del contexto apostólico a algo de categoría muy inferior. Cuando regresemos a las realidades que la iglesia conoció en el principio, entonces la Palabra de Dios tendrá claridad, poder, penetración y la urgencia que no están presentes en nuestras vidas. Nos moveremos del estudio bíblico a la instrucción en el camino del Señor y Sus propósitos. Todo lo declarado acá es cuestión de nuestra escogencia.

El cuerpo que estoy describiendo es uno que lucha por la recompensa y corona eterna, y que no considera el martirio como algo que temer, sino como un privilegio. Si esta era no termina en la realidad del martirio, nosotros por encima de todos los hombres somos los más engañados. La expectativa del martirio no es una lejana fantasía o una contemplación romántica, sino un temor realista de lo que será con seguridad la consecuencia de este tipo de consagración en los últimos días. El estilo de vida de tal cuerpo es el resultado de este tipo de mentalidad. Esta clase de cuerpo debe estar verdaderamente apartado del mundo de una manera radical y debe mantener su consagración día tras día. Debe estar en una conciente continuidad con lo que fue lo apostólico en el pasado. Debe creer que hay una nube de testigos invisibles sobre él, que son aquellos que sufrieron oposición aun hasta la muerte por aquello que no fue una recompensa en sus vidas y quienes aun no están completos sin nosotros. ¡Esto es lo que se llama pensamiento apostólico, entendimiento apostólico, creencia apostólica y expectativa apostólica!